El Domingo pasado fue mi cumpleaños.
El día no fue nada de otro mundo, básicamente lo pase estudiando y disfrutando del ordenador nuevo que me regalaron.
Lo que si fue especial fue el fin de semana. Concretamente el Viernes y el Sábado. Han sido los dos días más bonitos que he tenido en mucho tiempo.
Te echaba de menos. No sabes cuanto.
Mi corazón se encoge al pensar lo lejos que estas.
Apenas duermo. Prefiero aprovechar las noches pensando en ti.
Eres sencillamente perfecto.
Este fin de semana ha sido entrañable.
Podría haberme quedado abrazándote durante siglos. Aspirando tu aroma y dejándome llevar por la calidez de tu abrazo.
Haber podido rozar de nuevo tus manos, ha sido el mejor regalo que podría haber deseado nunca.
Haber podido besar tus labios, me ha hecho olvidar mis problemas.
Haber podido enterrarme en tus brazos y esconder la cabeza en tu pecho, me ha hecho sentirme querida.
Y me ha hecho sentir que nada podía herirme. Que soy inmune a cualquier ataque, mientras estés tú cerca.
Haber podido cerrar plácidamente los ojos y saber que estarás ahí, esperando a que me duerma, y que no desaparecerás como lo hace un sueño.
Abría los ojos, y lo primero que veía era tu rostro. Nunca he logrado saber si estas dormido, o en duermevela. Pero me da igual. Simplemente el hecho de ver tus ojos cerrados y oír tu suave respiración, me saca una sonrisa.
Compartir bonitos momentos contigo, me dan la fuerza necesaria para seguir viviendo.
Seguramente te preguntarías porque me fui tan rápidamente, antes de que cogieses el vuelo.
No quería derrumbarme delante tuya. Quería que te llevases el mejor recuerdo de ese fin de semana, no la imagen de una yo destrozada derramando lágrimas.
Quería que vieses como tu presencia me había alegrado, no como tu partida me había entristecido. No quería que vieses el dolor que me corroe por dentro cuando no estoy contigo.
A pesar del tiempo que hacía, para mi, cuando tu viniste, todo se aclaró. Como si una película en blanco y negro la ponemos en color. Descubriendo todo y cada uno de los matices de la imagen. La infinita variedad de colores y la alegría que desprende una sonrisa.
Pero en cuanto te fuiste, la vida volvió a su oscuro color de siempre.
Las risas estúpidas que suelto cuando hablo contigo, el rápido y palpitante bombeo de mi corazón cuando te veo, los abrazos y besos de los que nunca me canso, los momentos pasados contigo, mi respiración agitada, mi eterna preocupación por ti, esos momentos solo de dos,.... no son más que pruebas que demuestran lo más obvio.
Te quiero
26 may 2012
6 may 2012
Atrapados
Hola a todos!! Hace mucho tiempo que no cuelgo nada por aquí :S tendrán que disculparme, pero he tenido bastantes exámenes por estos tiempos. Es más, esta historía que voy a colgar ahora, en realidad es un trabajo de lengua. Lo siento si no he continuado con "Debate de Dioses", en cuanto encuentre tiempo colgaré la continuación. Pero hasta entonces, les dejo con este relato corto.
Gracias a todos/as una vez más.
No os olvideis de comentar!! :)
Gracias a todos/as una vez más.
No os olvideis de comentar!! :)
Estamos en
el año 2057.
Desde hace
mucho tiempo, yo y mis compañeros vivimos en un túnel.
He perdido
la cuenta de los días que llevamos aquí, ya que a esta profundidad no vemos la
luz del sol, pero según mi contador llevamos 6 miliastros, que equivalen a 3
meses humanos.
Estamos aquí
encerrados porque huimos del sistema democrático de la Tierra.
Un sistema que te impide tener cualquier tipo de pensamiento coherente. Desde que nacen, controlan todos tus movimientos gracias a una enorme sala de mandos.
Siempre hay guerra. En todos momentos. Los seres que habitan este mundillo son todos iguales, clones de un solo ser. Así son los humanos. En su vacío cerebro les inyectan una sola idea. Matar. De todas las formas existentes, pero únicamente matar. No tienen ningún tipo de sentimiento, a excepción del placer que les causa el asesinato, lo que les convierte en prácticamente invencibles, ya que no sienten el dolor. Una nueva generación de robos, armas sin corazón ni nada que perder.
Un sistema que te impide tener cualquier tipo de pensamiento coherente. Desde que nacen, controlan todos tus movimientos gracias a una enorme sala de mandos.
Siempre hay guerra. En todos momentos. Los seres que habitan este mundillo son todos iguales, clones de un solo ser. Así son los humanos. En su vacío cerebro les inyectan una sola idea. Matar. De todas las formas existentes, pero únicamente matar. No tienen ningún tipo de sentimiento, a excepción del placer que les causa el asesinato, lo que les convierte en prácticamente invencibles, ya que no sienten el dolor. Una nueva generación de robos, armas sin corazón ni nada que perder.
Yo y mis
compañeros venimos del planeta Soriante, a miles de kilómetros de este pequeño
planeta. Nos venimos aquí cada uno por razones distintas, a pesar de que nos
advirtieron de que era muy arriesgado, ya que era todo muy primitivo y
peligroso. Pero ninguno de nosotros sabía lo que aquí nos esperaba.
Cuando
llegamos, nos asignaron una casa y cada día, nos iban haciendo olvidar nuestros
pensamientos e intentaron convertirnos a nosotros también en autómatas creados
para acabar con las vidas de los demás humanos. Algunos cayeron en sus redes y
nos abandonaron. Pero otros reaccionamos a tiempo y conseguimos escapar gracias
a la mente privilegiada de alguno de nuestros compañeros. Pero en el momento en
que huimos, nos dimos cuenta del nivel de problemas que tenemos: no hay cohete
de vuelta. Estamos encerrados aquí para siempre. Lo que era un plan de visita
se ha visto transformado en una lucha de supervivencia, condenados a seguir
aquí y a no volver a ver a nuestros familiares.
El túnel está situado en el mismísimo interior de la tierra, no muy lejos de su corazón.
El túnel está situado en el mismísimo interior de la tierra, no muy lejos de su corazón.
Cada cierto
tiempo, algunos estallidos de magma nos obligan a alejarnos del punto que
consideramos perfecto para no ser localizados. Es eso, o morir carbonizados.
No sabemos
si se han dado cuenta de nuestra desaparición, ya que el recuento de personas se
hace cada mucho tiempo, pero lo que sí que es seguro es, que cuando se den
cuenta, tendremos los segundos contados.
Aquí abajo,
tan solo somos 5. Una pareja de luna de miel (extraño lugar eligieron para tan
bello propósito), una mujer embarazada que venía como ayudante en mi
investigación, un muchacho bastante silencioso de ojos azules, que no nos ha
querido decir a que venía y yo, que siempre había tenido curiosidad por ver el
modo primitivo de vida de los terrícolas y necesitaba material para un proyecto.
Antes éramos más, muchos más. Pero ninguno de los demás fue capaz de resistir
la gran falta de víveres, agua, aire puro, y luz natural. Sin embargo, los aquí
presentes no tenemos tampoco rastro del grandioso aspecto que teníamos antes.
Nuestras
pieles azules se han ido aclarando hasta parecer blancas, un blanco enfermizo
propio de los terrestres. A través de nuestras cadavéricas pieles, se pueden
ver los huesos, frágiles y débiles. El pelo se nos ha ido cayendo por falta de
nutrientes, y tenemos alguna que otra enfermedad, es más, tengo la certeza de
que el hombre casado ha atrapado el escorbuto.
Nuestros
víveres son escasos. Aprovechando los estallidos de magma, cazamos algún que
otro animal que sale despavorido del
interior del túnel. Pero los animales no son tontos, y no suelen vagar a
tal profundidad hallándose cerca semejante peligro, así que nos tenemos que
conformar con pequeños roedores que vienen de vez en cuando a husmear en
nuestra guarida.
Tenemos la
suerte de encontrar de vez en cuando un pequeño manantial subterráneo que logra
saciar nuestra sed.
Pero lo más
horrible, no es la falta de alimentos. Es la sensación de agobio de estar en un
túnel, sin ningún tipo de iluminación y sin nada que hacer durante horas
interminables. Nada cambia en el interior de la tierra. Todo sigue igual aquí
abajo, y no tenemos ni idea de cómo avanza nuestra búsqueda. A veces me
pregunto para qué seguimos resistiendo si no servirá de nada. Estamos
condenados a pasar aquí hasta que nos encuentren, o a desfallecer por las extremas
situaciones. Y las dos situaciones llevarían a la muerte. Así que, ¿por qué no
adelantamos nuestro fin? Pero no me veo capaz a ello. Tengo miedo a morir, y
por eso sigo resistiendo inútilmente. Sin embargo, un día esto acabará y
entonces…”
Adara cerró
su libreta de un golpe al escuchar un grito proveniente del lugar por donde se
habían marchado sus compañeros para encontrar algo que llevarse al buche,
después de unos 2 días humanos sin comer. Se levantó de un salto del lugar en
el que se encontraba, formando una pequeña nube de polvo alrededor de sus pies.
Con pequeños pasos dubitativos y dolorosos, la muchacha se adentró en una de
las galerías. Tanta huida le había hecho torcerse el tobillo en un ángulo
forzado, y era por ello que no estaba cazando con los demás.
Lentamente,
se fue adentrando mientras gritaba el nombre de los demás. La preocupación
golpeaba su mente. ¿Qué podría haberles pasado?
Para avanzar
más rápido, se agarraba a los escollos que sobresalían de las irregulares paredes. Los gritos habían cesado, y un
silencio se apoderaba del lugar.
-¿Chicos?-
susurró con miedo a quebrar el silencio. El sonido de su voz resonó en las
paredes del pasillo.
De pronto,
un par de manos la cogieron por detrás y una tercera mano la tapó la boca,
impidiéndola gritar.
Adara, presa
de pánico, empezó a patalear y a luchar por deshacerse de sus captores.
Lanzando golpes a diestro y siniestro, golpeó un par de veces un cuerpo. Desesperada,
mordió la mano que le tapaba la boca, disponiéndose a gritar.
-¡Ay! –Murmuro
uno de sus raptores - ¡Adara, estate quieta!
La muchacha
se quedó quieta, sorprendida. ¿Cómo conocían su nombre? ¿La conocían ya de
antes o…?
-¿Chicos?,
¿¡Sois vosotros!? ¿Qué está pasando aquí?-
Como
respuesta, solo recibió un chistido. Pero las manos la soltaron y la dejaron
moverse.
-Calla, no
digas nada. Lo que temíamos ha sucedido.- El rostro de la embarazada expresaba
un miedo tremendo. –Nos han encontrado.
Adara la
miró a los ojos. No mentía. Realmente, aquel era su fin. Se desplomó en el
suelo, ya que su tobillo torcido no aguantaba más el peso de su cuerpo,
mientras se masajeaba la sien buscando algún plan de huida, a pesar que sabía
que no había salida posible. Si tan solo tuviesen algún modo de regresar a su
planeta… sería todo tan fácil…
Pero sabía
que no era así. Y los demás también, pero los Sorianteses odiaban rendirse sin
más.
Y ellos
contaban con ella. Y no iba a defraudarles, no mientras que me quedasen fuerzas
para pensar.
-¿por dónde
decís que les habéis visto venir? –Preguntó mientras entrecerraba los ojos para
concentrarse.
-Se
acercaban por allí. Oímos sus voces acercarse mientras que perseguíamos lo que
nos pareció el sonido de un manantial. Parecían enfadados. Discutían como
atraparnos, pero no entendimos lo que decían, hablaban demasiado rápido – dijo
mientras señalaba el conducto contrario por el que se había acercado Adara-
Pero uno de ellos nos vio. Y soltó un grito de alarma, al que respondieron más
gritos aún. Y nosotros, al oírlos, salimos corriendo. Durante un momento,
parecía que nos seguían, ya que oíamos sus pasos detrás nuestra, pero cuando
nos dimos la vuelta, no les vimos por ningún lado. -
Aquello era
extraño. ¿Por qué habían decidido dar media vuelta cuando perseguían a una
panda de seres al borde del desfallecimiento, y a los que no les habría costado
atrapar? Seguramente, se habían equivocado de entrada y habían ido por el lugar
equivocado.
-Lo mejor
será seguir huyendo. Podríamos salir por la entrada que encontró el otro día
Alysa.
La
embarazada, Alysa, negó con la cabeza.
-Está
demasiado lejos. En situaciones normales, tardaríamos un rato en llegar, pero
además, contigo herida, tardaríamos horas.
Adara se
levantó de golpe.
-En ese
caso, huir vosotros, yo me quedo aquí.
El muchacho
de los ojos azules, que hasta ese momento había estado escondido entre las
sombras, se adelantó y se plantó delante de Adara, mirándola a los ojos.
-Esa es una
grandísima tontería decir eso. Apóyate mi hombro. Avanzaremos más rápido
A pesar
suya, Adara se sujetó al hombro que le ofrecía. Todos avanzaron a un paso
rápido, persiguiendo a Alysa. La mujer casada, iba detrás de ella. A
continuación, Adara y el muchacho de los ojos azules, y por último, y cerrando
el grupo, el hombre casado.
Durante
eternos minutos, fueron avanzando sin descanso cogiendo uno u otro camino. Sin
más sonido que su agitada respiración y los pasos que rebotaban en la
inmensidad del lugar, sobresaltándoles cuando tenían la sensación de que había
más pasos de lo normal.
Después de
lo que les pareció una eternidad, al cruzar una esquina, no pudieron evitar
soltar un grito alegre. La salida se encontraba delante de ellos, a muy pocos
metros. Aceleraron el paso, felices de poder huir por fin de aquel lugar maldito.
Pero
entonces sucedió.
El lugar se
lleno de un ruido estremecedor que les hizo tener que taparse los oídos.
Después de tanto tiempo en el silencio de su guarida, aquello era un suplicio
para sus sentidos.
A su
alrededor, las piedras empezaron a caerse. Y en ese momento, Adara comprendió.
Los humanos habían planeado hacerles morir aplastados y estaban taladrando el
suelo que había encima del túnel subterráneo. El cielo se les caía encima.
Presa de pánico, Adara intentó huir hacia la salida. Pero una piedra la golpeó
en la pierna y la hizo caerse al suelo. Por mucho que tirase, no consiguió
deshacerse de la roca.
Aquello era
un desastre. En apenas unos segundos, la salida se había tapado por culpa de
las piedras.
El polvo se
le metía en la boca impidiéndola gritar.
No
encontraba por ningún lado a sus compañeros, pero oía sus lamentos ahogados.
Otra piedra la golpeó en la frente. La sangre empezó a resbalarse por su
mejilla, manchando su cuerpo de un rojo carmesí. Noto como un cuerpo se caía
encima de ella y reconoció el cuerpo del muchacho de ojos azules. Notaba su
respiración en su cuello. Desesperada, abrazó el cuerpo del chico, como si
aquello pudiese hacer su final más
llevadero. Las piedras seguían golpeándola sin piedad.
Cansada de
luchar, Adara se dejó llevar. Cerró los ojos y acogió con gran placer el abrazo
de la muerte.
Años más
tarde, cuando algún grupo de adolescentes con ganas de investigar se adentrase
en aquel túnel, se encontrarían con cinco personas que a pesar del paso del
tiempo, no habían sido devorados por las mordaces fauces de la tierra. Y les
sorprenderían ver sus pieles azulaceas, sus pupilas cerradas y como en cada uno
de esos rostros, se reflejaba una eterna sonrisa, la alegría de una rendición
deseada durante eternas noche, la alegría de morir, pero morir libre. Gracias a
esas sonrisas, se dieron cuenta de que algo les faltaba. Y gracias a esas
sonrisas, se crearía una revolución.
La rebelión
definitiva.
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