Hoy, es mi cumpleaños.
Debería estar contenta, ¿no?
Tengo una edad en la cual los años no pesan, sino que al
revés; te dan alas.
Te ofrecen posibilidades y nuevas fronteras, más libertad,
más experiencia, y quizás algo más de inteligencia.
Sin embargo, no logro animarme del todo.
Quizás se debe a que este día nunca ha sido… especial.
Se supone que es MI día. Pero nunca lo ha sido.
Tengo varios hermanos, y cada uno de ellos necesita su atención.
Y al ser yo la mayor y la más “responsable” nunca he tenido ese pequeño empujón
o esas palabras de ánimo, que nunca le faltaban a los pequeños de la casa.
También tiene su parte buena. La gente de mi edad se suele
quejar porque sus padres están detrás de ellos siempre. Sin embargo, en mi caso
no es así.
Siempre intentando llamar la atención, intentando no ser una
más, quizás no para el resto del mundo, sino para mis padres.
Y después de todo este tiempo, caigo en la cuenta, de que
realmente… de que quizás… no me haga
falta. De que quizás yo sola me basto. Me corrijo, no sola. Sino con alguien
que me comprenda. Que irónico. Todo este tiempo pensando que no se podía
aplicar conmigo la teoría de “buscar en una pareja lo que te falta con tus
padres”, y aquí estoy yo. Admitiendo que quizás, en parte, la maldita teoría no
es tan errónea.
Pero que se le va a hacer.
Por otra parte, le necesito aquí, para que este cumpleaños
realmente merezca la pena. Le necesito a él y solo a él, para recordar el día con alegría. Para que sea uno bueno, y para no acabar llorando
como en, prácticamente, los 16 anteriores.
Se dice rápido, ¿no?
16 años… puede que sea poco para algunos. Pero para mí, ha
sido mucho tiempo con alegrías, tristezas, depresiones, amores,…
Años con recuerdos. Malos y buenos. Pero cosas que se
quedaran en mi memoria.
Personas a las que odio, otras a las que amo, algunas que se
quedaron en el olvido…
No pretendo dar pena. Ni siquiera pienso que esto pueda dar
pena. Tampoco pretendo que os guste esto que escribo. Simplemente, necesito escribirlo.